Viajar a otro ritmo: el pueblo de Chubut que invita a desconectar de todo

· 12 Jun 2025 ·
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En la costa de Chubut, Camarones se recuesta sobre la inmensidad del océano como si ignorara el vértigo de la modernidad. No pretende seducir con artificios ni saturar con ofertas. Es un pueblo que invita, pero no ruega; que se muestra, pero no se exhibe. Allí, el turismo adopta otro pulso: menos frenético, más natural.

Fundado a fines del siglo XIX, este pueblo costero combina historia, biodiversidad y una serenidad que resulta difícil de encontrar. Lejos de lugares masivos, ofrece experiencias que se despliegan con naturalidad. Camarones propone una apertura sensible a los detalles: el sonido constante del mar, el vuelo de un cormorán, una casa de chapa que guarda en su estructura la memoria del viento y de los primeros habitantes.

Una de las voces que mejor interpreta el alma del lugar es la de Silvia Giménez, artesana textil y guía local, oriunda de Punta Alta, llegó en 1996 y construyó su vida entre hilados, caminatas y relatos. Con un conocimiento profundo del entorno y de la cultura del pueblo, Silvia propone un recorrido que va más allá del turismo convencional.

Entre pingüinos, estepas y casas de chapa

El circuito turístico tradicional incluye el Museo de la Familia Perón —un sitio obligado para quienes deseen comprender el pasado político y social de la región— y el área protegida Cabo Dos Bahías, ubicada a 28 kilómetros del casco urbano. En esa reserva se encuentra una de las colonias de pingüinos de Magallanes más accesibles de la provincia, con una temporada que se extiende desde mediados de septiembre hasta fines de abril. “El avistaje se realiza por senderos bien señalizados, en un entorno de acantilados bajos, vegetación baja y fauna diversa”, destaca Silvia.

También se ofrecen excursiones embarcadas para avistaje de fauna marina y navegaciones hacia Isla Leones, otro de los íconos del Parque Provincial Patagonia Azul, el gran corredor de conservación que se despliega al sur del Golfo San Jorge. Desde el pueblo es posible acceder a diferentes portales del parque: el Portal Isla Leones, con ingreso por la Estancia El Sauce a solo 8 kilómetros, y el Portal Bahía Bustamante, a través de la Estancia La Ibérica, 80 kilómetros más al sur.

Un paisaje hecho de sonidos y silencios

Pero más allá de los puntos marcados en el mapa, Camarones guarda pequeños secretos que definen su verdadera identidad. Uno de ellos es “el arroyito”, un accidente geográfico ubicado a solo un kilómetro del pueblo, accesible por una huella costera. Allí, un arroyo desagua naturalmente desde las zonas altas hacia el mar y forma un mosaico de ecosistemas: intermareales rocosos, marismas y estepa patagónica. “Hay un circuito autoguiado con cartelería interpretativa, ideal para quienes buscan una experiencia de observación en silencio, sin intermediarios”, remarca la guía local y destaca: “El arroyito es como una representación en miniatura de lo que son distintos ecosistemas y de lo bonito que supo hacer las cosas la naturaleza en este rincón del país”.

Según subraya Silvia, vivir en Camarones es “un privilegio que se renueva constantemente”. No se refiere solo al paisaje, sino a la posibilidad de sentirse parte de una historia que aún respira. “Tengo la sensación de estar inmersa en las huellas que dejaron los primeros habitantes, y siento cierta pasión por rescatar esas vivencias que no están en los libros de historia”, señala.

El entorno cotidiano se compone de elementos sencillos, pero profundamente simbólicos: las casas de chapa, verdaderas postales del pasado que aún se habitan; el canto de los pájaros, que convive con el rumor del mar; en este pueblo chubutense la paz se palpa, se percibe como una sustancia tangible. Aquí la naturaleza no es un espectáculo, sino un modo de estar.

Sin prisa, sin moldes

Lejos de las estructuras convencionales del turismo, en Camarones se recomienda detenerse, observar, escuchar. La costa en sus múltiples formas —playas abiertas, bahías ocultas, acantilados suaves— ofrece lugares donde, simplemente sentarse y mirar, se transforma en un acto pleno. El pueblo, sin pretensiones, propone otra escala de valores: menos consumo, más contemplación; menos agenda, más libertad.

Camarones representa una alternativa que conjuga naturaleza prístina, historia viva y una comunidad que valora la memoria tanto como el presente. No se trata solo de visitar un lugar, sino de ser parte —aunque sea por unos días— de un modo distinto de vivir, donde cada momento tiene su sentido, cada rincón su relato, y cada silencio, su profundidad.

Porque en Camarones todo parece ir a otro ritmo, a otro tiempo. Y ese tiempo, como la marea, tiene su ritmo y no se apura.